Los aceites
esenciales son la esencia de la planta aromática tras ser extraída por
destilación (aunque podríamos incluir también, a aquellos que se extraen por
otros medios, como la presión, en el caso de los cítricos).
Únicamente un 10% del reino vegetal es capaz de producir esencias (que sean percibidas por el ser humano). Y cada familia botánica presenta una forma diferente de secretar esas partículas aromáticas, por lo que su recolección y aprovechamiento varía de unas especies a otras y, por lo tanto, su precio*.
Son altamente concentrados, muy volátiles y, aunque se
denominen “aceites”, son ligeros y no grasos. La gran mayoría de ellos, son
incoloros o de un amarillo pálido, exceptuando raras excepciones, como será el
caso de la manzanilla o el tanaceto, que serán de un color azulado, o el en el
caso de los cítricos (que se obtienen por presión en frío de las pieles de sus
frutos), de colores naranjas, amarillos o verdes en función de la fruta.
Los aceites esenciales se disuelven fácilmente en aceites vegetales y alcohol (incluida
glicerina). También en otros medios, como leche (para baños) o en miel (para
ingerir). No se disuelven en agua, aunque quedarán sus partículas dispersas,
mediante agitación previa, es recomendable emplear un dispersante, para evitar
daños con aceites esenciales, que no deberán usarse puros.
Precauciones que deberemos tener en cuenta: